Los indicadores de efervescencia van en alza. En mi pendrive suena una y otra vez la voz de Jorge González: “Lo estamos pasando muy bien, yeah yeah yeah”. A diez pasos de subirme a la micro me entra un pánico tremendo. Al pegar la cabeza en el vidrio grasoso de la máquina, diviso una marcha de secundarios y profesores. No ayuda mucho a superar mi pavor. La letra dice mucho de cómo anda este país enjuto y con mala suerte.

González sigue haciendo el intento de cantar. Ahora suena “Muevan las industrias”, recuerdo que quedé de buscar “Maldito Sudaca” el libro/entrevista con sabor a resabio de esta banda, aunque después de leer el comentario no me dieron muchas ganas de gastar las lucas. Voy intuyendo de a poco que algo esconden las canciones que seleccioné en mi reproductor, no son sólo el buen recuerdo de lo que fue el grupo en sí; no pueden quedarse en eso. Tal vez sea mi postura de fans que me lleva pensar tanta cosa. No, no creo. Resuelvo comentar aquello en lo que pienso en esta columna, y es a manera general, como unas cuantas canciones terminan por volverse indicadores de un creciente descontento social, y vaya que podemos sacarle ventaja a las encuestas de esos centros de estudios. Es cosa de hacer sonar “El baile de los que sobran” y sabremos contextualizar de manera más que básica la situación que pasó hace 20 años y que actualmente asoma con los mismos ribetes y más encima es el detonante del acontecer país; solo que esta vez los estudiantes se aburrieron y quieren cortar el problema de raíz: Educación de calidad, y para todos.

El desempleo generalizado en “Muevan las industrias”, que no hace más que señalar la era del crecimiento al 8%, así como el “quiebre de las Pymes” y que por los 80’s la debacle se vio en las industrias (pesqueras, agropecuaria y textil), “Generación de mierda” y “Brigada de negro”, vaya temas para dejar al descubierto las consecuencias en nuestra juventud de un modelo que te exige “ser cool” y que ese canon se mide bajo parámetros basados en el reggetón y el enchulamiento de tu auto: Si no tienes auto deportivo, no existes. Saca cuarto medio, trabaja en la minera, gana plata, compra un auto, ropa, y por sobre todo CONSUME. Ni hablar del manejo de la realidad, las cosas les pasan por en frente y no tienen la menor idea.

Usted dirá ¿Pero donde deja a los otros jóvenes?, simple, en el marco que envuelve “Nunca quedas mal con nadie” y la selva de cemento y el llanto de las calles y la poesía urbana y cuanta zalagarda de metáforas. Nuestros nobles jóvenes luchadores no son más que niñitos jugando a ser rebeldes. Los otros, lo que de verdad deberían gritar, están muy ocupados en tres posibles facetas: Tratando de hacer plata para comer dentro del Modelo y lograr que este no se los coma, delinquiendo o enchulando su auto Honda Civic.

Suena “¿Porqué los ricos?”, vaya tema. No entraré en detalles. Al rato le doy play a “Pa Pa Pa” y el recuerdo de los somníferos y oligofrénicos programas de media tarde como “Rojo” se me viene a la mente: Chile país de baladistas. Es larga la lista de canciones y de como las voy contextualizando, es una latosa acción que salva el paseo en micro del centro a la universidad. Voy llegando, y mantengo la idea de que somos un pueblo al sur de los Estados Unidos.

Es triste, después de 20 años, es el mismo cuento. Mi profesora no se equivocaba cuando nos habló de las vueltas al anterior paradigma, pero eso es parte de otra columna, por ahora solo quiero espantar el temor a vivir en la incertidumbre barata de un país tercer mundista.

Llegué, adivinen… la universidad está tomada.

Lectura recomendada: No Logo – Naomi Klein.

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