El lunes 23 de abril se celebró El Día del Libro. Para celebrar esta actividad que se extenderá durante los días que quedan del cuarto mes del año y que –para los lectores es de todos los días, cada vez que se compra y se abre un libro-, he seleccionado párrafos de libros –en su mayoría textos que han sido llevados a la pantalla grande recientemente- para motivar a la ciudadanía a leer estos textos.

Me meto en una pesadilla de la que despierto sólo para encontrarme con algo aún peor. Las cosas que más miedo me dan, las cosas que más temo que le sucedan a los demás, se manifiestan con unos detalles tan vividos que me parecen reales. Cada vez que me despierto pienso que por fin se ha acabado todo, pero no, tan sólo es el comienzo de un nuevo capítulo de torturas. ¿De cuántas formas he visto morir a Prim? ¿Cuántas veces he revivido los últimos momentos de mi padre? ¿Cuántas veces he sentido que me desgarraban el cuerpo? Así funciona el veneno de las avispas, especialmente creado para atacar el punto del cerebro encargado del miedo.

(Del libro Los Juegos del Hambre de Suzanne Collins, Editorial Molino).

Cada semana, le pregunto a Aibileen por Constantine. ¿No podría conseguirme su dirección? ¿No podría explicarme por qué la despidieron? Debió de haber pasado algo, porque no me imagino a Constantine agachando la cabeza, diciendo ‘Está bien, señora’ y marchándose por la puerta de atrás. Cuando madre la regañaba porque había encontrado una cucharilla sucia, Constantine le servía su pan tostado quemado durante una semana. No quiero pensar cómo podrían llevar entre las dos un despido.

(Del libro Criadas y Señoras de Kathryn Stockett, Editorial Oceano Maeva).

Desde hacía tiempo me fascinaba la relación entre la creación y la enfermedad mental. Poco a poco, Camille Claudel, Maupassant, Nerval y Artaud se hundieron en la locura, Virginia Woolf acabó ahogada en un río, Cesare Pavese murió de una sobredosis de barbitúricos en una habitación de hotel, Nicolas de Stael se tiró por la ventana, John Kennedy Toole puso un extremo de una manguera en el tubo de escape de su coche y el otro dentro de su vehículo…Por no hablar del padre de Hemingway, que se pegó un tiro de carabina en la garganta. Ídem en el caso de Kurt Cobain: una bala en la cabeza una mañana triste cerca de Seattle, después de garabatear una nota a modo de despedida para su amigo imaginario de la infancia: ‘Más vale arder de verdad que apagarse poco a poco»

(Del libro La mujer de papel de Guillaume Musso, Editorial Planeta).

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