Cuando las dos torres gemelas cayeron, muy pocos norteamericanos lograron desahogar esa rabia que tal hecho había provocado. Trataban de hacerlo golpeando musulmanes, pidiendo invasiones a diestra y siniestra, llamando a todos los reservistas y explotando el patriotismo que los caracteriza. De una forma bien particular, Brian Chippendale y Brian Gibson venían provocaron su propia catarsis desde 1999 forjando Lightning Bolt, una de las bandas noise más atrevidas y rompe neuronas que se tenga memoria.

Chippendale y Gibson se conocieron en la prestigiosa Escuela de Diseño de Rhode Island. Desde ese momento, supieron que eran tal para cual por la demencia que los rodeaba, el amor puro a los dibujos hechos en grafito, la sensación de sentirse más cercanos a lo extraño que a lo cotidiano, la pasión por la música irreconocible y sin un punto fijo y tranquilo, digno de un calmante.

Considerados como verdaderos genios e impulsores de ese rock sicótico denominado noise, desde sus comienzos lograron atraer ese segmento alejado de lo habitual, ese que estaba ansioso de ser testigo de un fenómeno que rompiera con las barreras habituales de la música, y con la forma de cómo ésta tiende a interactuar con los demás, específicamente con sus fans.

Lightning Bolt no solamente suena como si tres mil tipos estuvieran tratando de tocar algo. En vivo modifican y destruyen esos parámetros físicos que separan a la gente de sus ídolos, entonces: vuelan las cabezas, nacen las miradas desorbitadas, el sudor exagerado, el desorden pauteado bajo ritmos incesantes, melodías de una verdadera pesadilla llevada al extremo.

¿Cómo es posible mezclar tantas sensaciones, vivencias, desórdenes y mensajes atiborrados ligados a lo bizarro, y que al final, te terminen creyendo y construyendo un monumento por ser diferente? Se puede mezclar y obtener tal ansiado resultado tocando una vieja batería totalmente enmascarado, con un horrible micrófono pegado a boca y un bajo con cuerdas de guitarra.

La banda ya realizó ese paso obteniendo un desahogo más brutal de lo habitual, un legado que acompaña hasta hoy por medio de discos tan destructores como Ride the Skies (2001) o Wonderful Rainbow (2003), quien está acompañado encabezado con el tema Dracula Monuntain, uno de los más clásicos y asesinos de neuronas.

Al escucharlos un mes entero, mi mente me pidió un poco de clemencia, algo de paz. Pero después de sentir a Lightning Bolt todo deja de ser como era antes. De seguro que te pasará lo mismo, furioso y expectante aviador.

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