Cuando llegué a Santiago hace menos de un mes, cargando una mochila de sueños que espero conseguir, lo primero que hice fue leer Introducción a Santiago, del poeta chileno José Ángel Cuevas. El vate, candidato eterno al premio nacional de Literatura, escribió este poemario urbano en 1982. En plena dictadura militar, el poema se alzó -y lo sigue haciendo-, como una guía turística para provincianos, e incluso para capitalinos, que deciden recorrer los callejones de la capital anhelando algún tipo de destino.

El poema es largo e intenso. En algunas partes muy descabellado. José Ángel Cuevas está pasando por la poesía chilena sin el reconocimiento que se merece. Lamentablemente, nosotros los chilenos, mantenemos la mala educación de no valorar a nuestros poetas, los hombres y mujeres valientes y derrotados que incursionan callejones inexplorados. Atrás está Enrique Lihn, Braulio Arenas, Rodrigo Lira, Gonzalo Millán. Todos estos -y muchos más-,  han sido olvidados por los reconocimientos, y condenados a los agradecimientos tardíos.

Introducción a Santiago es un mapa. Una especie de mapa urbano dentro de una botella de vino añejo que llega y te ilumina. Una senda en la que tus pasos recorren sin el mínimo temor de lo que te pueda pasar. “Hacia donde mires alrededor hay cerros / y al morirse uno / al fondo de Avda. La Paz / un cerro puntiagudo que te espera”. El poema es un enfrentamiento cara a cara contra la Gran Capital, un combate y un recuento de los vaivenes que ha tenido la ciudad en lo largo y ancho de su historia. “Se colgó una escoba del Banco del Estado / Fue elegido el General Ibañez. / Al anochecer los ibañistas llenaron la Alameda. / Todo quedó cubierto de papeles”.

Toda ciudad es un poema. Un largo y oscuro poema. Introducción a Santiago es un leve pero melancólico acercamiento a ese poema, que cada día se va escribiendo principalmente en las periferias, en conjunto con las aventuras de los poetas. “Y desde Il Bosco llegaban cantos y gritos / Pasaban Teillier y Cárdenas / con la cabeza en alto / En la noche de los bares / Después amanecía”.

Ángel Cuevas reconoce que la gran ciudad está al borde de la tristeza. Que sus habitantes y sus visitantes están condenados, incluso antes de nacer, a la tristeza y a la derrota. Algunas imágenes del poema han cambiado, diría que han evolucionado y que la base de estas se mantiene. Pero la actitud y la postura del poeta ante Santiago sigue intacta. Larga vida al poeta.  «Todo lo he vivido aquí / Soy un pobre santiaguino de mierda / hablo solo / El mundo ha cruzado mi / propia casa yo no me he movido«.

Introduciión a Santiago, el poema

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