Tengo que contarles algo, igual no es gran cosa quizás para ustedes, pero para mí es terrible: le tengo pánico a los temblores. Ríanse todo lo que quieran, igual me da risa, obvio, mientras no tiemble.

Tengo recuerdos de mi infancia, un temblor muy muy fuerte, yo tenía como entre 3 o 4 años y aún tengo en mi cabeza el momento en que la escalera de caracol de la casa, se movía entera y las lámparas de lágrimas sonaban fuertísimo. No, en ese tiempo no les temía a los temblores, vivía sola con mi abuela y ella es, hasta ahora, muy valiente. Los temores vinieron después, cuando mi mamá llegó a vivir con nosotras (y con ella mis hermanas). Mi vieja tenía un carácter fuerte, era súper seria, pero en cuanto comenzaba ese ruidito subterráneo que antecede al remezón, comenzaba a chillar y llorar como una niña chica. Nos abrazaba y rezaba a todos los santos.

Y como las cosas no son al azar, Tatita Dios me mandó a nacer justo en Iquique, ciudad que amo, pero epicentro de numerosos movimientos telúricos y escenario ideal para el dichoso cataclismo que llevamos esperando por más de un siglo. Así cada vez que a las placas tectónicas se les ocurría acomodarse, su humilde servidora, apretaba cachete hasta la puerta de la casa, sin importar la hora, el día, el lugar dónde estaba, la ropa que tenía. De día, de noche, de madrugada, con pijamas, con ropa, en calzones, desde mi pieza, del baño, tenía que llegar a la puerta, porque a mi entender, era más fácil desde ahí decidir donde arrancar para ponerme a salvo.

Tengo la mala suerte, que cada vez que hay un temblor de esos fuertes, siempre estoy sola, por ejemplo, para el terremoto del 2005, estaba en la universidad, salí de una clase y me encontré con el pololo de la época (que ahora es el padre de mi hija) que iba entrando a esa sala, quedamos de vernos a la salida, pero ni alcance a llegar a la sala de clases cuando comenzó un ruido infernal, luego gente que corría y había cortes de luz y yo ahí en medio del patio sin saber que hacer. Al cabo de mucho rato recordé que estaba de polola y lo fui a buscar para irnos rápido a casa.

Pero sin lugar a dudas lo peor es que mis reacciones frente a los temblores no es la más adecuada y para así graficarlo, dos anécdotas. Cuando tenía hartos meses de embarazo, y mi panza era una entidad aparte de mi cuerpo, hubo un temblor de madrugada y lógicamente Lola Any no podía quedarse tranquila en el segundo piso a esperar que pasara, salí corriendo en pijamas, bajé la escalera de caracol pasando de largo varios escalones y llegué hasta la puerta de mi casa. Obviamente mi querida madre se enteró y me llegó un reto en donde, irresponsable fue lo más suavecito que me dijo. La otra fue cuando ya mi hija había nacido, tenía un par de meses y estaba haciéndola dormir cuando empezó a temblar, me asusté tanto que bajé las escaleras y llegué hasta la puerta, una vez que pasó el temblor y estaba medio barrio en la calle, una vecina me dice “¿y tu hija?” y ahí recordé que la había dejado en la cama durmiendo. Horrendo, otro reto de mi mamá.

Ustedes se preguntarán entonces ¿Qué va a pasar cuando el nunca mal ponderado megasismo del norte grande, azote nuestra hermosa tierra? Pues bien, y aunque suene de loca de mierda, tengo todo planificado y bajo control. Repasemos:

1.- Plan de Evacuación: No podemos pensar que siempre el sismo nos pillará en el mismo lugar, entonces, desde dónde esté, tengo que llegar a la casa de mis hermanas que está en zona de seguridad. Si estoy en mi casa, apagar el gas, la llave del agua, cortar la luz y aprecue con mi abuela (y si está mi hija también con ella) lo más rápido posible. Aquí viene la parte cómica, con lo nerviosa y neurótica que me pongo en estos casos, mi hermana que trabaja en Alto Hospicio, me anotó como apoderada responsable para retirar a su hijo del colegio ¡¡QUE QUEDA EN EL SECTOR SUR!!

2.- Bolso de Emergencia: Aquí quiero poner harto énfasis, las autoridades hablan de llevar agua, comida no perecible (latas de atún, por ejemplo), linterna, radio a pilas, frazada, ropa de cambio y las escrituras de dominio de su casa (súper necesario y nadie la recuerda). Pero hay que ser realistas queridos lectores, en momentos de catástrofes es cuando las pasiones se desatan. ¿Recuerdan que para el gran apagón de Estados Unidos la tasa de natalidad creció considerablemente? ¿Se acuerdan que para el 27F Amaro Gómez-Pablos entrevistó en un saqueo a una mujer que llevaba botellas de Ron y dijo que eran para pasar las penas? Entonces, a lo ya enumerado por las autoridades, los invito a echar en su bolsito: Condones, pastillas anticonceptivas, algún traguito fuerte, cigarros, encendedor, vasos plásticos y bolsa de basura para no dejar sucio el entorno. Y si usted es de esos que no le aplican a la buena vida y la poca vergüenza, sino que es más bien alguien que en esos momentos pueda aburrirse fácilmente, le sugiero llevar al buen juego de cartas, cámara fotográfica, tablet y lógicamente su smartphone para que tuitee todo lo que vea. Y siempre siempre, fíjese de llevar las llaves de su casa.

3.- Retorno a casa: Siempre de la forma más tranquila, nadie lo apura y lo más probable es que si estaban todos en el cerro, nadie, ni siquiera el predicador de la esquina, lo va a estar esperando. Al llegar no se le ocurra prender todo, primero asegúrese que su balón de gas está en condiciones y que las cañerías del agua no sufrieron fugas. No reciba a todo el mundo en su casa, o lo más probable es que tenga que alimentarlos varios días hasta que pase la emergencia. También recuerde cerrar bien puertas y ventanas durante la noche, para evitar robos.

4.- Ojo con las llamadas falsas: En momentos de crisis, no falta quien hace leña del árbol caído y comienza a estafar a la gente haciéndose pasar por familiares en desgracia (mucho más que la de uno) y comienzan a proliferar los cuentos del tío, en que les piden plata y los astutos que contestan el teléfono caen redonditos.

5.- Evaluación: Si la evacuación fue una falsa alarma, debe evaluar si lo planificado dio resultado. Si no es así mejorar los puntos en que están fallando. También deben reponer lo que utilizaron de su bolso de emergencia, sobre todo los puntos anotados para satisfacer esas otras necesidades.

Así y sólo así creo que me puedo salvar de un sismo de mayor intensidad, temblor cuático para los amigos. Si al final, en momentos de real emergencia hay que quitarse el miedo y actuar en pro de nuestras propias vidas. Aunque honestamente, si me preguntan, preferiría que no sucediera nunca y si llega a pasar, lo único que pido es que mi hija esté con su papá que es mucho más aperrado que yo en estas situaciones.

Yo tengo listo mi bolso ¿Y tú?

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