Comunes son las críticas que hablan de una falta importante de actividades culturales y artísticas de calidad en Iquique, en incómoda comparación con la calidad de los eventos artísticos y culturales que se llevan a cabo en la  zona central. Pese a esto, las críticas debieran, también, apuntar a la calidad de la audiencia con la que contamos en la región, con gustos e intereses que apuntan más a la música tropical, que a las melodiosas sinfonías de la música selecta o folklore latinoamericano, sólo por dar un ejemplo y que a la hora de estar frente a un espectáculo de calidad se comporta de forma insípida y apática.

Un ejemplo claro; La Mesa de Música de Tarapacá y El Consejo Regional de la Cultura y las Artes, se encuentran desarrollando una serie de “tocatas itinerantes” en la región, denominadas Caravanas Musicales, ya pasaron por Alto Hospicio y pronto estarán en Pozo Almonte. El viernes 11 de junio tuvo lugar, en el Hemiciclo del Teatro Municipal, el primero de estos conciertos; se reunieron bandas como Telarajo, Los Lokos de Aká y Afrodizia, entre otros, con una limitada convocatoria de público, el que se hizo aun más imperceptible y casi invisible, gracias a la falta de ánimo y  nula muestra de aprobación o desaprobación del espectáculo que se efectuaba frente a sus ojos. Es importante puntualizar que la calidad de las bandas locales presentes en esta primera actividad, no tiene nada que envidiar a los Mox, la Floripondio o Raza Demente, entre otras bandas, en algún momento emergentes, que nacen en la zona central.

La gran diferencia entre aquellas bandas y nuestros grupos locales (tomando en cuenta también el factor geográfico), se encuentra en el público con el cual se comunican y a través del cual se retroalimentan. Al desarrollar un evento de este tipo en Viña del Mar, se genera toda una red de apoyo a las bandas locales, donde los fanáticos de siempre, invitan y reúnen a más y más personas que brindan “apoyo moral” a sus favoritos. Corean sus canciones, aunque difícilmente conozcan  las líricas, se mueven al ritmo de la música y disfrutan, evidentemente, del espectáculo. Se genera un ambiente de fiesta, haciendo sentir a los artistas como estrellas de rock.

En Iquique, llama la atención la falta de ánimo y apoyo que el público brinda a sus propios artistas, lo que se demuestra en un silencioso espectáculo, que más allá de la música, carece de todo ambiente festivo, con tímidos aplausos y casi ningún tipo de manifestación de alegría. Es así como una actividad que cuenta con músicos de calidad, un escenario relativamente apropiado, a un horario asequible para toda la familia y, lo mejor, a costo cero, tiene todo para convertirse en un concierto exitoso y colorido, sin embargo pasa inadvertido, se diluye en la memoria de quienes participan de él, pareciendo no tocar la fibra de un público al que, pareciera, le cuesta darse, emocionarse y vibrar.

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