Por: Dr. Horacio Larraín Barros

Durante estos últimos años, hemos dado una dura batalla contra la realización de este Rally presuntamente deportivo, pero en la realidad altamente destructivo de paisajes y elementos culturales. Se puede consultar al efecto, bajo la etiqueta Rally Dakar. En síntesis, este Rally ha sido pensado sólo para competencia (y complacencia) de ricos (cada inscripción de participantes cuesta sobre 150 millones de pesos chilenos!) y para probar exquisitas máquinas último modelo antes de su salida al mercado internacional.

Esta pseudo-competencia deportiva encierra las siguientes fallas esenciales que la hacen totalmente incompatible con una protección seria y responsable del patrimonio natural y cultural de nuestra región de Tarapacá:

a) parte de un supuesto, maliciosamente falseado, de que «en el desierto no hay nada«, y, por tanto, se puede pisotear todo y transitar por cualquier parte. Arqueólogos, paleontólogos, geólogos, paleoecólogos y paleobotánicos saben perfectamente que el subsuelo de la pampa es una verdadera mina de hallazgos del pasado, por cierto totalmente ocultos hoy a la vista. Por tanto, una mera prospección superficial previa (como se suele solicitar), poco o nada puede detectar en superficie;

b) en la pampa se ha hallado varias veces ejemplares de la fauna extinta del Terciario y Cuaternario, en ejemplares de extraordinario valor científico (especies nuevas para la ciencia);

c) la Pampa del Tamarugal está surcada de numerosas antiguas sendas, repletas de historia, la que se manifiesta en los elementos culturales descartados o abandonados en ella. Así, podemos saber del desarrollo de la industria salitrera y la industria del bórax, de sus Oficinas hoy abandonadas y sus vías y circuitos de intercambio antiguos. Las rutas antiguas constituyen historia viva para el que sabe leer en ellas. Para nosotros los arqueólogos, son sitios portadores de cultura, es decir, son auténticos sitios arqueológicos.

d) Una de sus antiguas y venerables vías, el Qhapaqñan o «Camino del Inca», cruza la Pampa, desde Quillagua al Norte bordeando el Salar de Llamara. Hemos constatado hace unos meses atrás cómo los vehículos pesados del Dakar (versión 20012 y 2013) siguieron matemáticamente, por espacio de más de 30 km esta misma vía incaica, situación delictiva que oportunamente advertimos, como equipo de estudio del Camino del Inca (Proyecto Universidad Arturo Prat) al Consejo de Monumentos Nacionales el año 2014. No recibimos respuesta

Nos preocupa la inacción y desidia de las autoridades tanto regionales como nacionales al respecto. Nos inquieta y alarma especialmente, al escuchar sus declaraciones, el constatar que nuestros argumentos científicos, repetidos una y otra vez, no parecen tener peso alguno para ellos, con lo cual están demostrando, por desgracia, una lamentable falta de cultura.

Hasta un niño bien formado es capaz de entender nuestros temores y sobresaltos, al ver cómo se vulnera el paisaje del desierto y destroza sin piedad y se masacra su superficie, en la cual hubo vida hace miles o millones de años atrás, pero  oculta hoy a nuestras miradas. Podríamos citar numerosos casos de hallazgos notabilísimos hechos en plena pampa, donde nada hay hoy a la vista salvo unas cuantas piedras. (Vea, para convencerse de ello, el último capítulo del Blog nuestro escrito el día de ayer, en que se describe un descubrimiento casual en la pampa, hecho por nosotros hace unos 20 años).

La Pampa no es un desierto absoluto carente de vida y actividad humana pasada: es un libro abierto para el que quiere y ha aprendido a leer en ella. Para ello, sin embargo, hay que ilustrarse profundamente e investigar. Y esa es, precisamente, la función del científico que da a conocer el peligro que entrañan estas competencias off-road (es decir, «a campo traviesa») que nada respetan y todo lo pisotean y destruyen, tanto competidores como mirones, los que en miríadas acuden a ver el soberbio espectáculo de saltos y piruetas, haciendo mil huellas nuevas, huellas que, por desgracia, perdurarán por siglos.

Para nosotros – y así lo hemos escrito sin miedo en nuestro Blog -, el Dakar es un verdadero «huracán», altamente destructivo, cuyo único objetivo es satisfacer el insaciable apetito de poderosas empresas del gremio automotriz y aplacar esa «hambre de pan y circo», tan propia de nuestra pobre humanidad aburrida y carente de estímulos superiores en el campo de la cultura.

Dr. Horacio Larrain Barros (M. A. Universidad Nacional Autónoma de México (1970) y Ph.D. en la State University of New York, 1984). Antropólogo cultural y arqueólogo.

Investigador del Camino del Inca, Decano (por edad) de los antropólogos y arqueólogos chilenos (por si este título valiera de algo)

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