Mientras editaba su última película en Toronto, la cineasta chilena María Teresa Larraín (El juicio de Pascual Pichún) perdió abruptamente la vista. Ese es el punto de partida de Niña Sombra, documental en el que la cineasta retrata su irreversible camino hacia la ceguera y el nuevo mundo al que debe adaptarse.

A través de conversaciones con otros no-videntes, de la relación con su familia y de recorridos por el centro de Santiago, la realizadora narra su viaje interior al tener que enfrentarse a esta discapacidad. La cinta se estrenará el 6 de abril en salas de todo el país, como parte del programa Miradoc, destinado a difundir la producción local de documentales.

“La hice por desesperación”

Al descubrir que no volvería a ver, la directora María Teresa Larraín decidió aislarse para vivir sola el dolor y cerrar las puertas de su pasado, convencida que nunca más podría trabajar como artista. No obstante, la muerte de su madre la traería de vuelta a su Chile natal, el cual abandonó hace 30 años. Allí, caminando por las calles de Santiago, conoció a Andrés Albornoz (el Hombre Pájaro), personaje que sería fundamental para el desarrollo de Niña sombra.

“Un día, caminando por la Alameda perdí el rumbo y un vendedor ambulante me preguntó si estaba perdida. Me enteré que se llamaba Andrés Albornoz, que vendía pájaros, que él también era ciego y que me ofreció ayuda porque se dio cuenta que era ciega por el sonido de mi bastón. Comenzó así mi relación con los vendedores ambulantes de la Alameda. Me encontré por primera vez en un mundo distinto, donde la gran mayoría son discapacitados, donde ser  ‘diferente’  es lo normal”, relata María Teresa Larraín.

De esta forma, la directora indaga en sus pensamientos, experiencias e historia familiar para comenzar a asimilar su deterioro visual. “La hice por desesperación”, reconoce Larraín. “Tenía que procesar lo que me estaba pasando, llegar al fondo de la pérdida, al fondo del miedo, al fondo de la  vergüenza, al fondo del dolor. Fue, al menos al principio, una manera de aferrarme a la luz. Por eso le puse ‘Niña Sombra’ a la película, para enfrentar eso que supe de niña: que la ceguera sería parte de mi vida, que no había vuelta atrás”.

La realizadora admite que “esto fue para mí como un bálsamo, porque venía de Canadá donde, si bien me habían dado un bastoncito blanco y un computador con sistema para ciegos, no tuve nunca la oportunidad de relacionarme con otros ciegos, ni menos con un grupo de ciegos que salían cada día a ganarse la vida, a pelear con las autoridades para que no les quitaran sus permisos”.

Ante esta realidad, María Teresa Larraín reconoce un discurso contradictorio tanto en Chile como en muchas partes del mundo: “Se ve al discapacitado como una carga, un peso para el Estado y sin embargo cuando esta persona con discapacidades quiere ganarse la vida o quiere trabajar, la sociedad no le provee las facilidades que necesita o, le pone todo tipo de obstáculos para hacerlo”.

Adentrarse en la niebla

Acostumbrada al mundo de los videntes, la directora reconoce que percibía el mundo más que nada a través de sus ojos. Era tan prevalente en mí esta manera de aproximarme al mundo que confundía la palabra ‘ver’ con la palabra ‘conocer’. Decía que ‘conocía’ a una persona cuando la había visto; pero eso era una falacia, una ilusión, porque a veces para conocer a alguien o, para sentir profundamente, necesitamos cerrar los ojos”, relata.

Debido a esto, Larraín explica que lo más difícil no fue filmar con poca visión sino que “encontrar mi punto de vista como directora”.

“A veces para conocer realmente a las personas debemos apagar la luz, alejarnos de aquello que nos distrae, aquello que nos aleja de la esencia de las cosas”, explica. “El trabajar en ‘Niña Sombra’ fue una experiencia similar, sólo que más aterradora, más brutal, no sólo porque la luz se apagaba para siempre, sino también porque esta vez no era yo quien ‘apagaba la luz’. La luz se fue apagando de a poco y a medida que me adentraba en la niebla, en este mundo fragmentado en el que vivo hoy, me fui dando cuenta que aún había explosiones de luces, formas, color y movimiento. Entró a mi mundo el sonido, incluso el tacto, que también puede expresarse en una película, porque color y textura son tacto”, sentencia.

Miradoc es financiado por el Programa de Intermediación Cultural, Convocatoria 2016; y el Fondo de Fomento Audiovisual, Convocatoria 2017; del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes.

Comentarios

Comentarios

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí