Por Walter Gómez

 

Si bien es cierto este deporte se ha masificado bastante en Chile desde ya hace algunos años, sigue perteneciendo a una reducida parte de la sociedad, la cual, independiente de los tabús; continúa formando un cerrado círculo productor de “talentos”, al que pocos, muy pocos, pueden entrar.

 

Independiente de que mucho se hable de fútbol en Chile y que por lo demás, sea considerada la disciplina más popular del país, para nadie es un misterio que “el deporte blanco” es, lejos, el más exitoso; ya que no sólo ha cosechado docenas de títulos, sino que ha sido el único en regalarle un Nº1 y un oro olímpico, a esta larga y angosta faja de tierra.

No obstante, pese al éxito del tenis, generalmente causante de triunfos y celebraciones para los chilenos, éste no ha logrado masificarse en la población, la cual aún mira con ojos de extrañeza la cancha rectangular. Las causales de este desapego pueden ser múltiples y muy variadas, lo cierto es que van desde simple flojera, a falta de oportunidades para la práctica del deporte.

Claramente los resultados indican que las oportunidades debieron estar, si no, la pregunta sobre cómo se obtuvieron los éxitos que engalanan a la actividad, aparecería inmediatamente; sin embargo, al hilar un poco más fino en los hombres y los “nombres” que llegaron a la cima del tenis mundial, la estadística es precisa.

Los tres mosqueteros

Sin duda, los tres más exitosos del tenis nacional, Nicolás Massú, Fernando González y Marcelo Ríos, realizaron un gran esfuerzo por ascender a la cima donde llegaron; no obstante, todo ese sacrificio no hubiese obtenido los frutos conseguidos, de no ser por la gran inversión que se realizó en ellos.

Es de esta forma como Ladislao Fried –abuelo de Massú-, Fernando González Ramírez –padre de Fernando- y Jorge Ríos –padre de Marcelo-; depositaron su confianza y dinero en sus muchachos, consiguiendo, sin duda alguna, los resultados esperados.

De esta manera, queda constancia de que estos talentos fueron trabajados y no precisamente a niveles de club amateur, sino que más bien en ranchos tenísticos de la más alta calidad. Pero ahora, la pregunta cae de perillas sobre la mesa: ¿Hubiesen obtenido el éxito que ostentan con otras condiciones socioeconómicas? ¿Se puede llegar sólo con talento y esfuerzo, a la cima del tenis mundial, desde la realidad chilena?

El talento acompañado de una fuerte inversión económica, parecen ser la clave del éxito de los  tenistas chilenos.

Jorge Aguilar, Sergio Hormazábal, Adrián García y el propio Paul Capdeville, entre otros, no han corrido con la misma suerte que los anteriores, aún cuando la capacidad se vislumbraba también desde temprana edad -como en los casos de Ríos, Massú y González-, ellos no contaron con un papá empresario, un abuelo millonario o un padre arriesgado que se la jugara por su talento; los resultados, saltan a la vista.

 

La realidad local

Aunque Iquique se caracterice por ser una tierra “generadora de campeones”, lamentablemente en el tenis no puede vanagloriarse de su ya “legendario” slogan, puesto que para esta tierra de esfuerzo y sacrificio, el deporte de las raquetas es demasiado costoso para muchos de sus habitantes, los cuales pueden contar con el talento, pero no cuentan con los recursos para trabajarlo.

“Jugué muchos ‘futuros’, me fue bien en algunos y no pude en otros, pero con tanto viaje, raquetas, pelotas e inscripciones para los torneos, no hay bolsillo que aguante y el de mi viejo, terminó por decaer”; relata Patricio Fredes, uno de los jóvenes talentos iquiqueños que se perdieron en las ganas de apostar alto y en los sueños de contar con la chance de llegar, al menos, a un centro de alto rendimiento o a algún famoso “rancho” tenístico.

Es que para la mayoría la situación ya es dura incluso cuando recién toman la raqueta, puesto que independiente de las ganas y el talento, los clubes se transforman en el primer escollo económico que muchos no pueden saltar, “se cobra lo que se debe mensualmente, no más ni menos, porque tienes que pensar que uno vive de esto también y si consideramos que el papá tiene dinero para comprarles una raqueta de 100 mil pesos, también podrá pagar una mensualidad de 80 o 90… son simples matemáticas”, asevera Marcos Zamora, profesor del Club de Tenis Chile.

Por supuesto la distancia geográfica con la capital también es un factor, ya que los grandes torneos, denominados “futuros”, se juegan en Santiago y el sólo hecho de llegar a jugarlos, es un gasto difícil de costear.

“Un padre debe invertir unos dos millones de pesos mensuales, para pensar en que su hijo pueda realmente competir”

  Sobre ello, el gerente general y dueño de la marca Tenis 21 en la ciudad, Francisco Marabolí, reconoce que la brecha se acrecienta considerablemente. “Los futuros se juegan todos allá, entonces imagínate, además de la inscripción, se deben asumir gastos de traslado y alojamiento; que no serían problema pagarlos una vez en el año, pero todos los meses, ya es otra cosa”; aseveró.

A su vez, comentó que lo que realmente se debe hacer para que un chico llegue lejos en el tenis, es invertir derechamente en un “team” sólo para él. “Debemos considerar que el niño se prepara para exigencias altas, entonces se tiene que pensar, además del entrenador, en un ayudante técnico, un ‘sparring’, un preparador físico y hasta en un sicólogo deportivo, y si a ello le sumamos implementos de buena calidad, estaríamos hablando de una inversión mensual de dos millones de pesos aproximadamente”, agregó.

“Yo juego tenis y a mi hijo siempre le gustó tomar la raqueta e irse a pelotear conmigo al club, pero cuando te das cuenta de que estás gastando más de la mitad de tu sueldo en el tenis, lamentablemente los sueños se desmoronan y terminas privilegiando el bienestar de toda tu familia, no sólo la de uno de sus miembros. Si hasta el arrendar una cancha sale caro, ocho mil pesos la hora ¿puedes creerlo? Considerando que una cancha multiuso -no muy ajena a lo que es una cancha de tenis sobre concreto- te sale 2.500 la hora, ocho mil, creo que es un abuso… es una lata, pero esa es la realidad”, son las sentidas palabras de Alfredo Sandoval, tenista aficionado y encargado de biblioteca de la Universidad del Mar, al sentir la frustración de romper con el sueño tenístico de su hijo.

La experiencia de este padre es sólo una de tantas similares en el país, niños que tienen los deseos y el talento para llegar lejos, y que lamentablemente sólo deben conformarse con ver diluirse sus sueños, tras el cruento dinero de la “mantención” de una cancha o el salario de un veterano profesor de tenis.

Es así y no hay de otra, el tenis se ha masificado, es cierto, pero mientras los grandes torneos se sigan desarrollando sólo en Santiago y/o los profesores de tenis continúen considerando que sus sueldos se justifican, en “simples matemáticas”; tal vez se verán pasar un montón de años más, antes de encontrar otro espíritu como el de la dupla olímpica de González y Massú, u otra zurda llena de talento, como la del “chino” Ríos.

 

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