En cines: Querido John

Con 1 mes de retraso (se estrenó en Chile el 17 de junio de 2010) y siendo Iquique los últimos en verla en pantalla grande (porque tuvo un fugaz paso por la cartelera en Santiago y una buena acogida en ciudades como Antofagasta, Calama, Concepción y Viña del Mar, “opacada” por las salas que exhibían “Toy Story 3”, “Eclipse” y “Shrek 4”) llegó a Cinemark Iquique la semana del jueves 29 de julio: “Querido John” dirigida por Lasse Hallstrom (“Las Reglas de la Vida”, “Chocolate”, “Casanova”), basada en la novela escrita por Nicholas Sparks (“The Notebook: Diario de una Pasión”, “Noches de Tormenta”, “Un Amor Para Recordar”) y adaptada por Jamie Linden (“We Are Marshall”).

“Querido John” es la historia de John (Channing Tatum, “G.I. Joe”, “Enemigos Públicos”)  y Savannah (Amanda Seyfried, “Cartas a Julieta”, estrenada en Santiago y Viña del Mar el jueves 29 julio y sin fecha de estreno en Iquique / “Mamma Mia: La Película”, “Chicas Pesadas”), dos jóvenes que se enamoran perdidamente un verano, hasta que la decisión de John por alistarse en el ejército norteamericano a días del 11 de septiembre de 2001, distancia a la pareja y enfría el romance, pese a las cartas que se escriben añorando los momentos que vivieron juntos. ¿Podrá un reencuentro entre ambos resucitar la llama del amor?

Capítulo 12

Las cartas de Savannah llegaban cada diez días más o menos, y cuando regresé a Alemania constituían una pila considerable. Ninguna era como la carta que había leído en el avión; la mayoría tenían un tono despreocupado y eran ocurrentes, y ella se reservaba la verdad de sus sentimientos para el último párrafo. Mientras tanto, me enteraba de los pormenores de su vida diaria: por ejemplo, que habían acabado la primera casa con un poco de retraso, lo cual los había obligado a afanarse más en la segunda casa. En dicha ocasión, tuvieron que trabajar más horas seguidas, a pesar de que todos los voluntarios se habían vuelto más eficientes en sus tareas. Me enteré de que, después de construir la primera casa, organizaron una gran fiesta para todo el vecindario y que no dejaron de recibir halagos durante la tarde, y que todos los voluntarios se fueron a celebrarlo luego al Shrimp Shack, y Tim dijo que era el restaurante más “chulo” que jamás había pisado. También me contó que había conseguido matricularse en todas las asignaturas que había solicitado, y además con los profesores que quería, y que estaba emocionada por el hecho de que iba a poder estudiar Psicología del adolescente con un tal doctor Barnes, que acababa de publicar un magnífico artículo en una revista de psicología y esoterismo. No necesitaba creer que Savannah pensaba en mí cada vez que clavaba un clavo o ayudaba a colocar una ventana en su sitio, o que en medio de una conversación con Tim, ella deseaba que fuera yo quien estuviera a su lado.

Me gustaba pensar que lo que compartíamos era algo más profundo que eso, y a medida que pasaba el tiempo, esa fe consiguió que se afianzara el amor que sentía por ella.

Por supuesto que quería saber que ella todavía me amaba, y en ese aspecto Savannah jamás me defraudó. Supongo que por eso guardaba cada carta que me enviaba. Al final de cada una de ellas, siempre había unas frases, a veces incluso un párrafo entero, donde escribía algo que me dejaba sin aliento, palabras que me hacían recordar, y de repente me encontraba releyendo fragmentos e intentando imaginar su voz mientras las leía. Como éste, de la segunda carta que recibí:

Cuando pienso en ti y en lo que compartimos, sé que sería fácil para otros definir nuestro tiempo juntos como el simple efecto de un “flechazo” de verano que, con el paso del tiempo, acabará por ser intrascendente. Por eso no se lo cuento a nadie. No lo entenderían, y no siento la necesidad de explicarlo, simplemente porque mi corazón me dice que fue una vivencia absolutamente real. Cuando pienso en ti, no puedo evitar sonreír, consciente de que tú me has ayudado a ser más completa. Te quiero, no sólo ahora, sino para siempre, y sueño con el día en que de nuevo me estrecharás entre tus brazos.

-Del libro “Querido John” de Nicholas Sparks, Editorial Roca-.

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