“Cría cuervos y te sacarán los ojos…” (Don Álvaro de Luna, Conde de Castilla)
Te acordaste de lo que hablaban en pasillos del canal, de las flores de los periodistas – y no tantos – … eras el imprescindible, aunque al Cabro Chico le ardiera como el ají.
De que tienes cojones, los tienes, y no por jugar en el fútbol más habilidoso del mundo y ser la figura, ser el “10” en un país que pare Pelés, sino por pasarte por la entrepierna a medio país…
Y digo medio, porque habemos algunos que nunca creímos en ti…
Nunca me diste confianza, sonará clasista o como quieras pero eres de ese arquetipo que te pega la puñalada por la espalda, ese que no contento con robarte el celular, te pega el balazo. Estirpe te faltó, te falta y te faltará siempre, aun cuando hayas ido a jugarle baby fútbol al Jeque “para asegurar tu futuro”.
Nunca me caíste bien. Hubo algo que no me calzaba contigo, otra cosa era tu juego, pero hasta por ahí. No corrías como los demás, no corrías como el Alexis, es más, sé que lo pelabas, que era un roto más, que no sabía hablar, que andaba colgado de la verga del Viejo… ese mismo viejo que te dijo con prosa de sabio que eras una plasta, y no le tiritó la mano para dejarte fuera, o peor, llamarte y siquiera hacerte calentar la banca.
El día jueves, sé que lo pensaste, sé que se pasó por tu loca cabeza pedir disculpas – no perdón, porque según tú, perdón se le pide a Dios – pero reculaste… no podías ser menos choro ahora, tenías que posicionarte y validarte sobre el Celia, tenías que demostrarle que aún es un pendejo maricón que llega primero y se va último de los entrenamientos. Sé que cuando le viste la cara al Carlos, esa calurosa mañana, se te vino a la mente el llorón del barrio, a ese que le pegabas de puro gusto, siquiera miraste a Jara, “hueón penca…” dijiste. Sabías que el Negro Jean te apañaría, si no, te ibas de tarro con lo del último escándalo.
Mala clase. Y de esa que devela raza, casa y familia. El rotómetro se quebró contigo, te cagaste al único que te tendió un mano cuando más lo necesitaste, dejaste mal al Tío Buena Onda, al que te traía escondido el dulce más rico, al que te llevaba al estadio a escondidas de tus primos. El Tío, demás que lloró un poco, le pegó a la pared y decidió mandarte a la cresta.
Más encima, querías contar la vez que se curó y te dio tu primer sorbo de vino… Eso es parte del recuerdo familiar, eso queda para la postrimería…no se cuenta a los papás.
Decidiste, te vas y por la ventana, te vas y diciendo que te llamarán de nuevo, que eres el mejor, aun cuando el primo chico te mira con rabia de no poder volarte los dientes de un cornete, y sabes que puede, que tiene con qué… te vas mal y peor, te vas y mal con el barrio, te vas dejando el halo de rabia entre los que te vieron venderla, de los que te apañaron en las pataletas más insignes…
Recuerda Jorge, y recuerda bien, nunca se muerde la mano que te da de comer.
Hasta nunca flaite de mierda.
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