Dicen que escapó de un sueño, en casi, su mejor gambeta
que ni los sueños respeta, tan lleno va de coraje
sin demasiado ropaje, y sin ninguna careta
Dicen que escapó este mozo, del sueño de los sin jeta
que a los poderosos reta y ataca a los más villanos sin
más armas en la mano, que un «diez» en la camiseta.
(Los Piojos – Maradó)

En calle Capitán Orella; de costado al cerro y en la esquina de tu casa, se alza la animita de tu tío; El loco Sánchez, nadie ya se acuerda mucho de cómo fue; sólo se acuerdan que es tu tío… que es un Sánchez… y ese apellido; en la Tierra de la Muerte, hoy por hoy, pesa, y pesa con la historia de un país entero como testigo.

No podías salir de otro lado que no fuera el Rincón del diablo como le conocen a Tocopilla. No saliste de Las Condes ni Vitacura; como el palurdo ese que jugaba al tenis. No podías nacer en otro lado; porque de haber sido así, tu historia no tendría épica. Eres el sueño de los postergados, de los humillados, de los abusados de siempre; esos de piel morena y seca; de rasgos duros; de ojos negros como la última calle que cierra la población. Eres épica popular pendejo.

Las calles de Londres te parecen fome; no tienen el brillo ese que tiene el caminar sin rumbo por el asfalto quebrado, pegándole chutes a las piedras. Te gusta saludar a don Roberto en la población; hay mística sabrosa al pasear cerca del cementerio y sobre todo al darte una vuelta por la cancha de Lazareto; esa donde gritabas los goles y celebrabas como El Matador y soñabas que te gritaban de la tribuna “Shileeeeenooo, shileeeenooo” tal cual le vitoreaban a tu ídolo.

Barcelona es bonita un rato… pero no hay como ir a comprar helados con el Humberto, la Tamara y la Marjorie; cerca de la plaza; pero hay que volver temprano; sino alguna chala va a volar en la casa. La mamá Martina es sagrada; a ella se le respeta.

Todavía se te ve en la cara la alegría de la cancha de baby. Puedes estar en el Monumental de River, en Friuli o en el Nou Camp; incluso jugando una final en el Emirates stadium, pero tu cara denota la premura por jugar al máximo… antes que te llamen a “tomar té”.

Eres nuestro, niño. Eres chileno; pero no de todos. Hay un peso de la noche que sabe que le perteneces más a unos que a otros, eres el héroe, el que “la hizo”; y vuelves una y otra vez a la ciudad que te vio salir, esa que está llena de hollín y sedimentos que están matando a los más chicos, vuelves a dar alegría vestido de viejo pascuero, a los nenes que aún pululan cerca del cementerio limpiando autos o pateando piedras cerca del basural.

Eres gente cabro chico; y eso, el Pueblo lo agradece, ese pueblo que no se equivoca, que calla y engulle el día; ese mismo que dice “se lo merece” cada vez que algo lindo te pasa, son esos miles que paren fuerza todos los días esperando la micro en el paradero, o que se queman bajo el sol vendiendo helados en la playa en el verano; los que gritan esos goles como si fueran estocadas hacia un enemigo abstracto, ese mismo que los invisibiliza, pero que tú les devuelves el poder decir “también estamos aquí, también existimos”; son esos mismos los que detrás de cada CE-HACHE-I susurran que “Alexis es de los nuestros”.

A partir de hoy no tengo que pedir más al hermoso deporte rey; me siento pagado. Y le contaré a mis nietos que de un lugar olvidado llamado Tocopilla salió un niñito a comerse el mundo y le tocó por cosas del destino patear el último penal frente a Argentina, la picó como sólo los jugadores del playstation lo hacen y le dio la alegría más grande a un país enjuto y con eterna mala cuea’. El destino te lo tenía escrito cabro chico, estas cosas no pasan por azar.

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