Sin la necesidad de programar el despertador logré observar la mañana. Justo en ese momento cuando el sol comienza a pegar de lleno en mi ventana. Notable. Me sentí más vivo que nunca. De la mano también del café matutino, y de ese pucho que terminó quitándome algunos segundos de mi vida. En la pieza vecina mamá dormía. La observé unos segundos. Se veía divina. Recordé las fotos de su juventud. No ha cambiado nada. Y a la noche, los Fother Muckers. Santo remedio.

Cerca de la hora de almuerzo logramos partir a Antofagasta. Yo y cuatro amigos más. Juntos y revueltos dentro de un techo, cuatro ruedas y un espacio reducido. Qué mierda importaba. Era viernes 6 de agosto, en algunas horas más tocarían los Fother Muckers.  La banda que entonamos en la micro o antes de dormir. Cuando joteamos a la mina o vamos caminando ebrios por alguna calle. Ahora, cada uno tendría que saldar sus cuentas, pero no con el mp4, sino que ahora con la banda ahí, al frente.

A la media noche entramos a la Sala Fusa. Primera vez que los Fother Muckers tocarían tan al norte del país. A pesar que Cristóbal Briceño (vocalista) había vaticinado una “falta de copete en toda la ciudad”, algunos logramos entrar algo tomados. Dudo que alguna vez haya existido esa “ley seca”. Da lo mismo. El factor “público borracho” estuvo presente. Ahora sí que el ciclo estaría completo. Aleluya.

Los Fother Muckers salieron de a poco al escenario. Las minas de la primera fila gritaban como locas. Respondían a todo como si las fueran a tomar en serio. Al mismo tiempo, el bajo preparaba el tema del inicio: Los ases falsos. Luego otros clásicos como 2022, Fuerza y fortuna, Aunque todo salió mal.  Obviamente, no esperen que estén en orden. En esos momentos yo sólo confirmé, acepté y negué un millón de pensamientos, deseos, voluntades.

Otros temas más como Ola de terror, Fueron, Explorador, terminaron siendo coreados por la multitud. Cristóbal es el mandamás. Eso sí que lo noté. Palabrea con el público, propone algún tema para hablar. Maneja los tiempos y su metro cuadrado en el escenario. Le canta a las paredes, gesticula y ríe. Los demás simplemente lo siguen. Lo miran, se ríen juntos. Hay una emisión de sensaciones muy sincera.

Luego de un sólo aviso de despedida, los Fother Muckers desaparecieron. Héctor (guitarra) y Cristóbal fueron los últimos, y se quedaron unos momentos. Ambos saludaban a las de la primera fila. Agradecían la asistencia, la buena onda. Por mi parte, yo me fui de ahí con la conciencia abierta junto a mis amigos.

Foto: Víctor Delucchi


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