Pasó la noche de brujas, todo presto a sentir y producir terror…

Sinceramente me olvidé del tema ¿Será que me importa muy poco? ¿Será que no soy niño? ¿Será que no encontré de que disfrazarme? Da igual.

Si hablamos de ponerle un adjetivo a lo que sucede en estas fechas, no me cabe más que señalar el célebre acompañamiento del terror, de autoría del jefe de este pasquín tirado a revista virtual. Efectivamente del terror es lo mejor que podemos acuñar a como andan las cosas por la ciudad. Vivimos – parece – en una eterna noche de brujas.

Le seré sincero, me importa un reverendo miembro el que no siga leyendo esta columna por considerarla grave, política o no ha lugar… si usted es de esos, sepa que mi parada de monje taoísta es lo que le viene mejor a su actitud: Si le gusta, bien, si no, bien también

¿Cuánto le importa el que el tema que preocupa a sus coterráneos sea el futuro del técnico de Deportes Iquique y no la fuga de lucas grosera que se está generando en la alcaldía?, ¿Acaso no putea usted cuando le toca bajar al centro y encuentra la mitad de las calles cortadas en los sectores de tránsito más álgido?… es ahí que se acuerda de que puede alzar la voz… y déjeme adivinar… llama a su concejal defensor del pueblo: Guillermo Pedro…

Un amigo decía que los países o ciudades tienen a los gobernantes que merecen, puede ser en este caso que Iquique se ha desmerecido tanto y en tan poco tiempo, que quienes nos gobiernan están anquilosados entre sus culos y el cuero del asiento que los sostiene y se sienten tan seguro de ello, que no les hace ni cosquilla la próxima votación, porque ¿Sabe una cosa? Ellos ya están en conocimiento de la tasa de votantes o el aproximado de ella para los futuros comicios electorales… y adivine… usted no está considerado.

Me recuerdan a los Simpsons, a ese especial de Halloween, en que Kang y Codos – marcianos ambos – se repartían el planeta… o en su defecto, La Tierra (de campeones).

Me deja la mala práctica, un dejo absorto de precario idealismo provinciano. No estoy acostumbrado a la vuelta sacada, menos si hay gente a mi cargo. Ante ello me rebelo pero no desde Facebook.

Ando por la vida como la canción de LennonDios – en la que termina por escribir estrofas con la negación absoluta de todo aquello que lo hacía Lennon.

No creo en…”, nihilista tal vez, inconformista, también ¿Qué le falta a esta ciudad? A esa ciudad que hace de pecar de bochornoso chauvinismo a quién se dice nacido y criado en ella. ¿Qué tienta a cada ser que pisa estas áridas arenas a callar y  agachar la cabeza – a veces inclusive, bajarse los pantalones – hasta decir basta?… lo veo, lo siento y no lo escucho.

La marcha por la diversidad sexual… pésimo espíritu de real conciencia, un show de plumas más, que los vecinos cartuchotes aprovecharon de tildar de obsceno, locas y maricones… ¿Nos faltará un Pablo Simonetti para darle realce, peso y sustancia a las legítimas demandas de las minorías? ¿Qué me dice usted de la magra asistencia a la última marcha contra las termoeléctricas? se olvidaron ya… el tema estuvo de moda y adivine nuevamente, sí, las aprobaron… con suculentos premios a quienes debían votar en contra.

Así es su Iquique glorioso, así está su Tierra de Campeones, aún añorando viejas epopeyas cansadas, gastadas y manoseadas hasta el cansancio para sólo satisfacer esa vomitiva autocomplacencia de la que ya nos estamos acostumbrando.

Asústese… vendrán más… columnas, eso sí.

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